Cultura Empresarial de Riesgo debe Evolucionar

La gestión de riesgos ya no es solo un asunto interno de las empresas. Hoy, cada decisión que se toma —o se omite— tiene consecuencias que trascienden los muros corporativos. La responsabilidad frente a terceros se ha convertido en un componente esencial del deber empresarial, y su omisión puede derivar en consecuencias legales, reputacionales y, lo más grave, humanas.

La pregunta que toda empresa debe hacerse no es solo: ¿estamos protegidos?, sino también: ¿a quién podríamos estar poniendo en riesgo si no actuamos con diligencia?

Desde proveedores hasta clientes, pasando por comunidades enteras, el impacto de una mala gestión de riesgos puede extenderse de manera silenciosa, pero devastadora. Pensemos en un incendio por falta de mantenimiento eléctrico, un colapso estructural por negligencia en la construcción, o un escape de sustancias tóxicas por ausencia de controles adecuados. No se trata de catástrofes impredecibles. Se trata de consecuencias de decisiones o de la falta de ellas.

La obligación de las empresas de proteger a terceros ya está consagrada en múltiples normativas, pero va mucho más allá de un simple cumplimiento legal. Es una cuestión de ética corporativa. De integridad. De comprender que operar en una comunidad implica corresponsabilidad.

La cultura empresarial del riesgo debe evolucionar:No basta con identificar peligros; hay que anticiparlos.
No basta con tener protocolos; hay que asegurarse de que se conozcan y se apliquen.

No basta con cumplir la ley; hay que superar el mínimo cuando se trata de proteger vidas.

La transparencia también juega un papel central. Comunicar riesgos reales y medidas de mitigación a colaboradores, contratistas y comunidades no es una muestra de debilidad; es un acto de liderazgo. Solo así podemos construir un tejido de confianza que soporte la inevitable tensión de operar en entornos cada vez más inciertos.

En un mundo hiperconectado, donde una falla puede convertirse en noticia global en segundos, asumir la gestión del riesgo con seriedad no es solo una estrategia de prevención. Es la única manera de sostener la licencia social para operar. Es garantizar que, cuando ocurra lo inesperado, la empresa pueda mirar a los ojos a sus stakeholders y decir: hicimos todo lo que estaba a nuestro alcance.

Cambia el chip:

Porque proteger a terceros no es solo una obligación legal. Es una muestra de quiénes somos como empresa.

Porque prevenir daños no es un acto de suerte, sino de liderazgo.

Y porque la sostenibilidad, en su dimensión más profunda, comienza por no hacer daño.

Por: Elizabeth Mena.