Es la columna vertebral de la respuesta efectiva
Cuando enfrentamos una crisis sea un accidente laboral, una emergencia natural o un escándalo reputacion tendemos a enfocarnos en los operativos, en la logística, en los informes técnicos. Pero hay un elemento que muchas veces se relega y que, sin embargo, puede marcar la diferencia entre el caos y el control: la comunicación.
Internamente, la comunicación efectiva permite que los equipos entiendan su rol, mantengan la calma y actúen con rapidez.
Un colaborador que no sabe qué hacer o qué esperar, no solo se desorienta: se convierte en un punto débil en la cadena de respuesta. He visto situaciones donde la falta de instrucciones claras aumentó el riesgo, ralentizó la acción e incluso generó rumores que agravaron el problema.
En una crisis, cada minuto cuenta, y cada palabra también, externamente, el silencio no es neutral. Cuando una empresa o institución no comunica con rapidez y transparencia, otros lo harán por ella. Y generalmente no con buena intención. Los vacíos informativos los llenan las redes sociales, los titulares sensacionalistas y los juicios públicos.
El resultado: pérdida de confianza, daño reputacional y un costo a largo plazo más alto que el de la propia emergencia.
Cambia el chip:
comunicar no es dar explicaciones, es ejercer liderazgo. Es asumir la narrativa, poner la cara, brindar certezas. No se trata solo de tener un vocero; se trata de tener un mensaje coherente, humano y alineado con los valores que decimos representar. En los momentos más críticos, lo que decimos y cómo lo decimos puede salvar no solo la imagen de una empresa, sino la integridad emocional de su gente.
La gestión de crisis empieza mucho antes de que algo ocurra. Incluye entrenamientos, simulacros, y sí: protocolos claros de comunicación. Porque cuando se desata la tormenta, no hay tiempo para improvisar.
Fuente [elnuevodiario]